Por Marcela Ruiz, presidenta de la FAM.
Este año 2023 que se termina está marcado por un aniversario extremadamente importante para nuestro país, como son los 40 años de democracia ininterrumpida. Este es, sin dudas, un motivo de festejo para nuestra sociedad, porque habla de una enorme cantidad de pequeñas decisiones que fueron tomadas eligiendo la vía más pacífica y sin valerse del poder o la fuerza. Muestra también – fundamentalmente – la vigencia del Estado social y Constitucional de Derecho, de los procesos que lo legitiman, las instituciones que lo sustentan y sobre todo de los valores sobre los que se asienta y que se ven reflejados en los derechos y garantías que les son reconocidos a todas las personas que habitan en nuestro país.
En estas cuatro décadas hemos logrado la erradicación de la violencia política sistemática y la aceptación de las elecciones como la única y legítima forma de alternancia en el poder. Por ello, estos 40 años simbolizan un inicio de nuestra madurez como Nación.
Los primeros años de esta joven democracia estuvieron signados por la lucha por los derechos humanos. Las que se dieron desde las organizaciones sociales y civiles, desde la academia y desde los tribunales del país, fueron fundamentales para la consolidación del sistema democrático aún amenazado por los resabios de la dictadura más sangrienta que haya conocido nuestro pueblo.
Valoro el aporte de Liliana Vitar con su recorrido necesario e imprescindible por el terror genocida en la provincia de Tucumán y la lucha incansable por Justicia. Esta crónica, también contiene el Informe completo de la Comisión Bicameral, un material que generosamente nos prestó para compartir.
Como relata el juez federal Daniel Rafecas en esta edición especial de Diálogos, el camino de Memoria, Verdad y Justicia estuvo minado de obstáculos y retrocesos que nos llevan hoy a correr contra el inevitable paso del tiempo para proporcionar justicia, no sólo a las víctimas directas, sino a la humanidad toda. Hay que decirlo sin eufemismos: Fue Terrorismo de Estado. Son delitos de lesa humanidad.
Daniel Carral, Juez del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, nos propuso un recorrido por nuestra historia reciente, mixturando los resabios dictatoriales en la democracia incipiente, las conquistas de leyes y derechos, con el rock nacional argentino, protagonista indiscutido de la resistencia social y política.
Eduardo Barcesat nos invita a reflexionar sobre el porvenir de los derechos humanos tomando en consideración un nuevo paradigma biocentrista, con nuevas nociones como las de “crímenes de lesa naturaleza” o “ecocidios”, que imponen nuevos desafíos. La naturaleza ha ganado su lugar como “sujeto” del derecho; y más precisamente, de los derechos humanos.
Es interesante la nota de Nora Goren en esta edición especial porque nos destaca los avances de estas cuatro décadas, pero también las deudas pendientes, principalmente en materia laboral. Las desigualdades estructurales que todavía se observan en el ámbito del trabajo no pueden desligarse de la discusión sobre los modelos de desarrollo, plano en el que los feminismos apelan por un modelo de los cuidados.
Con la fotógrafa Mónica Hasenberg, recorremos la historia política, social y cultural de nuestro país desde sus primeros trabajos durante la última dictadura cívico-militar. Con su lente captó lo que sucedía en las calles. Particularmente, con las Madres de Plaza de Mayo, a quienes se les acercaba cada jueves para acompañarlas. El día que la Legislatura de la Ciudad le entregó a Hasenberg el diploma que la reconoce como Personalidad Destacada en el ámbito de los Derechos Humanos, Taty Almeida la calificó como “un archivo viviente” y recalcó que “todo es memoria”. “Lamentablemente quedamos muy pocas Madres y Abuelas. Pero estamos tranquilas porque personas como vos y tantos otros, sobre todo los jóvenes, son realmente el recambio”. Gracias Mónica por tu presencia en esta edición especial.
Vaya aquí nuestro particular reconocimiento a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo porque trazaron un camino de lucha, no solo en nuestro país sino con repercusión en otros países de América y Europa.
En nuestro Diálogos plural y diverso, nos preguntamos qué piensan los pueblos originarios de la democracia. Buscamos una voz que nos quite el velo; que nos interpele con nuevas miradas. Daniel Loncon, miembro del pueblo mapuche, integrante de la Cátedra Libre de Pueblos Originarios, Afrodescendientes y Migrantes de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco -UNPSJB-, aceptó el desafío y nos invita a reflexionar.
Retomo las ideas de Eduardo Rinesi en su libro que compartimos en esta edición “Democracia. Las ideas de una época”: “No está escrito en ninguna parte que la democracia no pueda retroceder o, incluso, desaparecer como forma de organización política de la vida de nuestras sociedades. Por otro lado, hemos aprendido que la democracia, que se ha dicho y que se dice de muchos y muy distintos modos, puede conocer, sin necesidad de perder su propio nombre, una cantidad de modulaciones muy variadas”.
Si pensamos en el futuro, hago propias las reflexiones que nos acercó Dora Barrancos: “La demanda que sobrevendrá a este ciclo que adivino con ribetes aciagos es justamente retomar las formas democráticas”.
Considero que el verdadero aporte desde las justicias provinciales defendiendo la independencia de nuestros poderes judiciales consolidó nuestra democracia. A lo largo de estos años la magistratura y la función judicial del país protegió, resguardó y defendió los derechos humanos y consiguientemente la independencia de nuestro poder judicial, pilar fundamental de nuestra democracia.
Para culminar recojo la etimología del término democracia, del griego antiguo δημοκρατία y acuñado en Atenas en el siglo V A.C. a partir de los vocablos δῆμος (“demos”, que puede traducirse como «pueblo») y κράτος (“krátos”, que puede traducirse como «poder» o «gobierno»). Elijo quedarme con la palabra pueblo que, para mí, representa esperanza y compromiso por un mundo más justo, solidario e igualitario para todas las personas.