Era marzo. La peste llegó. Todo cambió. Mi casa, mi pueblo, mi ciudad, mi país, el mundo también. Algo que nadie hubiese imaginado. Calles vacías. Silencios. Miedos. Tiempos y espacios suspendidos. Nuevas circunstancias. Nuevas normalidades.
Cada mañana plantea el esfuerzo de pensar en lo que toca vivir, el día a día, de la nueva normalidad. En casa con familia. En casa solos y solas. Nuevos desafíos. Nuevos espacios. En la calle, en tribunales, con barbijos, con distanciamientos, con aislamientos, sin mates compartidos y mirándonos a lo lejos, por temor al contagio.
Confusión, nuevas reglas, nuevos aprendizajes que nos sacan de nuestra simple cotidianeidad y ponen en jaque nuestros hábitos y costumbres. Haciendo lo posible por evitar contagiarte y no contagiar a los demás.
Hay que tomar fuerte impulso para empezar el día, todos los días, muchos días. Casas transformadas en oficinas, en escuelas, facultades y gimnasios. Videoconferencias por todos lados.
Hoy, en tiempos de tiempos alterados y no percibidos, llegó setiembre. Llegó el “Día de la Magistratura y la Función Judicial”. Aquí estamos conduciendo las asociaciones y el gran espacio judicial de las provincias argentinas que es FAM. Se nos están presentando en este contexto discusiones y problemas que no teníamos tampoco en agenda. Pararnos ante la sociedad a defender la independencia judicial en las condiciones que la sostienen ha sido también la constante de estos últimos meses.
No solamente nuestro rol se ha vuelto prioritario sino también la defensa de nuestro rol. Hemos estado transitando meses en que ha sido necesario, imperioso, salir a preservar garantías básicas de la independencia como los sistemas jubilatorios, las remuneraciones, las condiciones técnicas y los recursos para llevar adelante los procesos, la independencia de quienes tiene tomar decisiones referidas a personas privadas de libertad, las garantías de quienes están trabajando a diario combatiendo la violencia de género, entre otros aspectos.
En estos tiempos y espacios conmovidos, se necesita, más que nunca que desde los roles judiciales lleguemos para dar respuesta para esta sociedad que se encuentra comprometida en su funcionamiento habitual, básico, prioritario.
Las mujeres y hombres de los Poderes Judiciales, nos movemos en medio de este clima de cifras de contagios, de personas fallecidas y de comercios que no pueden abrir o empresas que hacen números para ver cómo siguen adelante. Además, sabemos, que los conflictos no esperan, los problemas no pusieron pausa sino que se van amontonando, superponiendo y hay que atenderlos. Sin dilaciones y, a pesar, de todas las alteraciones que provoca la nueva normalidad.
Dedicar un espacio para pensar los roles judiciales durante la pandemia es partir reconociendo que, con aciertos y errores, hay una inmensa cantidad de gente en nuestra sociedad que eligió como profesión la de resolver los problemas de todos y todas. Que abrazó esa función con vocación y que en este momento siente que su elección se confirma porque el trabajo es para mejorar la calidad de vida de quienes te rodean.
Es cierto que no siempre son conflictos simples de resolver o terminar porque en momentos de crisis como el actual hay tensiones que repercuten en el tejido colectivo y disuelven la idea de bien común. Las personas privadas de libertad, el respeto del modo de cumplimiento de las penas son temas que generan posiciones de todo tipo que condicionan la tarea que hay desarrollar. Las indemnizaciones por despido y cómo cobrarlas. Las dificultades que tienen los abogados y abogadas por iniciar el juicio y procurarlos.
Es por eso, que este espacio de comunicación lleva como nombre “Diálogo Ciudadano”. Sin ese diálogo, sin ese intercambio, no podemos mejorar y tomar en cuenta todo lo que hay que seguir adaptando y modificando para responder con mayor eficacia a los viejos y a los nuevos problemas.
Las discusiones, las reflexiones, los intercambios por estos meses y los que vendrán son, a la vez, amenos, ríspidos, razonables, irracionales, exasperados, críticos, de lenguajes compartidos y de lenguajes que no se reconocen. Pero no hay otro camino para ser ciudadanos que hacerlo dialogando.
La pandemia va a pasar. Que nos deje una justicia mejor, hondamente comprometida con este momento de la humanidad. Para llevar la voz de nuestro espacio al diálogo ciudadano, representando a los más de 15700 hombres y mujeres de los sistemas judiciales, trabajando hombro con hombro con nuestros Colegios y Asociaciones, está FAM.