Por Silvana Casini, secretaria del Juzgado Penal Juvenil y Contravencional de la Segunda Circunscripción Judicial, Poder Judicial de San Luis.
La violencia contra las mujeres es una problemática social multicausal, que me conmueve y me invita a reflexionar, ver y sentir la violencia que nos acecha, sobre todo porque se hace más tangible, cada vez más cerca, con una naturalidad, que asusta, espanta.
Por eso cuando pienso y siento como mujer, madre, operadora judicial, ¿hasta cuándo vamos a transitar esta vida con tanta tristeza, angustia, miedo y rabia? con un panorama que es demoledor.
Al caminar las calles, escucho mujeres con relatos desgarradores, esos que te hacen doler el cuerpo, porque ese dolor se hace carne, siento en sus voces fragilidad, y en sus cuerpos el miedo de desmoronarse por completo esperando un proceso judicial eterno y sin protección, esto es vida o muerte, porque no existe variantes posibles ante estas circunstancias. Estamos en emergencia, la vida peligra, y la insistencia con el tema no es mero capricho.
Como respuesta a esta vulneración, se necesitan espacios físicos para mujeres víctimas de esta crueldad, con las condiciones necesarias, para lograr un lugar armónico y de contención, para poder habilitar la palabra, de aquello que tanta calla, y asfixia. Espacios donde se puedan analizar las posibilidades vitales de ellas: como el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros, así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben enfrentar y las maneras en que lo hacen. También considero urgente poder llevar estos encuentros de manera itinerante, en las instituciones públicas, en el sistema carcelario, no debemos olvidar, y es una deuda que tenemos con las mujeres privadas de su libertad, porque la lucha es de todas.
La ideología de género imperante, en parte interiorizada, genera procesos complicados a aquellas mujeres que quieren transformarla; además de las tensiones con el entorno, también adquiere intensidad la tensión interna. Pero la reflexión y las prácticas transformadoras, por mínimas que sean, son ya un ejercicio que impulsa el desarrollo de nuevas capacidades y de mayor autonomía.
También crear de espacios para hombres, que sean de manera gratuita, con difusión y acercamiento a todos los sectores, donde puedan desarmar los mandatos de masculinidad ya que los mismos, hacen el sometimiento, y la propagación cada vez más de los delitos de violencia, en todas sus formas. Poder trabajar en ello, articulando con otras disciplinas y lograr terminar con estas relaciones de poder y desigualdad en que se tejen las relaciones entre mujeres y hombres.
Los mandatos de masculinidad, nos atraviesa a todos, todas y todes. Por eso debe ser abordada, empezar con interpelar nuestra reacción desde leer una noticia, o de reírte de un comentario sexista.
Otra posibilidad al cambio es seguir reforzando la educación sexual integral, en las escuelas, y exigir que se cumpla, porque son los primeros espacios de acercamiento entre los géneros.
Tenemos que exigir políticas de estado, que sean transversales e integrables, pero también como sociedad poder tomar conciencia de esto: permitir fracturar determinadas situaciones rígidas y repetidas. Poder romper ideas esencialistas y limitadoras de que “somos” de una determinada forma o de que “no podemos, no somos capaces” de actuar de otra.
La situación que estamos viviendo, no es solo grave, sino que se agrava cada día más, tenemos que redoblar esfuerzos, empatizar e involucrarnos como ser humano.