Necesitamos políticas públicas que achiquen la brecha, aumenten la paridad y reconozcan los derechos humanos de quienes constituimos la mitad de la población mundial

Por Inés Weinberg, presidenta del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

En la última década, fundamentalmente, el rol de la mujer ha cambiado mucho y ello incluye educar a los hijos en principios y comportamientos diferentes a las que el patriarcado ha instalado en la educación a lo largo del tiempo. Esto es punto central teniendo en cuenta que las mujeres también somos depositarias de esa herencia patriarcal y tenemos que deconstruir formas de pensar y de actuar que, durante años, hemos naturalizado. Finalmente hoy, con la cuarta ola feminista en boga, podemos revisar actitudes, conductas, ideas y contribuir a cambiar el paradigma cultural de nuestra sociedad. 

El llamado “techo de cristal” sigue vigente en la medida en que continúen existiendo los cupos para acceder a cargos o posiciones de decisión. Pero ya observamos que con estos cupos no alcanza para lograr uno de los reclamos más esenciales: la paridad de género. Si somos la mitad de la población mundial hay que empezar a naturalizar que merecemos ocupar la mitad de los puestos de decisión en todos los niveles: la justicia, la política, las empresas, los sindicatos, los parlamentos y sumar así nuestra perspectiva a la resolución de tantos y tan diferentes desafíos de la actualidad.

La presencia de las mujeres en los sistemas de justicia contribuye a resolver esa vieja asignatura pendiente: la paridad de género, pero suma además una empatía y una comprensión diferentes para la resolución de diferendos y conflictos, por la simple razón de que somos capaces de tener una escucha y una sensibilidad particulares para ponernos en el lugar del otro y buscar así alternativas de solución diversas.

En el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires estamos incorporando la perspectiva de género desde hace ya varios años. Esto se ha incrementado, durante la pandemia, período en el que las capacitaciones de la Ley Micaela han continuado de manera ininterrumpida en forma virtual. 

De lo que se trata es de juzgar en adelante incorporando dicha perspectiva pero también comprender que los tiempos han cambiado tanto que, más allá de los logros que lentamente vamos sumando, todavía en tiempos de crisis, como la que el covid trajo en los últimos años, la situación de la mujer no mejoró sustancialmente. Antes bien, durante la cuarentena, muchas trabajadoras del Poder Judicial debieron hacerse cargo de la casa, el trabajo, la tarea escolar de sus hijos en casa. Y en casos peores, sufrir un aumento de la violencia doméstica por la propia situación de encierro. 

Pero sí estoy segura de que hoy, ni mujeres ni hombres en la justicia, pueden prescindir de este escenario nuevo en el que las mujeres son visibles, sus reclamos se escuchan y se hace más evidente la necesidad de políticas públicas que achiquen la brecha, aumenten la paridad y reconozcan los derechos humanos de quienes constituimos la mitad de la población mundial.