Adolescentes, una vuelta por las escuelas…

Nos proponemos analizar algunas modificaciones que se fueron dando en las escuelas producto de cambios sociales y de época. Concepciones que determinan nuevos escenarios en las “instituciones modernas” en general y en la escuela en particular. Los ítems que describimos son algunos de los elementos que organizan la vida escolar y que han ido mutando. Nuestra intención es vincular estos movimientos y estas concepciones con lo que les sucede tanto a los jóvenes como a los adultos en la construcción de un espacio común en el que interactúan.

Por Daniel Levy, Licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires y Magíster en Psicología Cognitiva y Aprendizaje por la Universidad Autónoma de Madrid. Se ha especializado en Educación y Nuevas Tecnologías en FLACSO Argentina. Actualmente, se desempeña como Coordinador Pedagógico de la Dirección de ORT Argentina. Director del Departamento de Orientación del Colegio Southern Cross. Miembro fundador y director de Punto Seguido. Es co-autor de los libros: «Entre adolescentes y adultos en la escuela», junto con Sergio Rascovan y Daniel Korinfeld y «Autolesiones y situaciones de suicidio en la adolescencia», junto con Daniel Korinfeld.

Daniel Levy

La mayoría de los adolescentes se encuentran y construyen sus vínculos en la escuela, en general son relaciones potentes que tienden a perdurar una vez finalizada la etapa de formación.

Es el espacio que permite la posibilidad de un encuentro intergeneracional. Para muchos jóvenes que asisten a la escuela el encuentro con un docente, es una de las pocas oportunidades de relacionarse con un adulto.

Nos proponemos analizar algunas modificaciones que se fueron dando en las escuelas producto de cambios sociales y de época. Concepciones que determinan nuevos escenarios en las “instituciones modernas” en general y en la escuela en particular. Los ítems que describimos son algunos de los elementos que organizan la vida escolar y que han ido mutando. Nuestra intención es vincular estos movimientos y estas concepciones con lo que les sucede tanto a los jóvenes como a los adultos en la construcción de un espacio común en el que interactúan.

La escuela es fundamentalmente un lugar social, un espacio de intercambio donde suceden a diario situaciones. Algunas vinculadas a la transmisión de conocimientos, otras a la vida de relación. La escuela es un ámbito que propicia el encuentro con los otros.

También un espacio de intercambio e interacción entre los adultos, donde se transmiten vivencias, saberes, opiniones, creencias, experiencias. En estos comentarios y opiniones subyacen modos de pensar y caracterizar a los jóvenes, no siempre son observaciones que los favorezcan por sus gustos, costumbres y conductas.

Muchas veces las instituciones, por su modalidad o la vertiginosidad de sus prácticas no facilitan momentos de encuentro, ni se crean las condiciones para reflexionar o pensar acerca de la tarea o las situaciones por las que atraviesan los chicos.
La escuela muchas veces es potencia a desplegar y otras es una rutina que no presenta novedades. La distribución horaria y por materias también es un impedimento para trabajar con los docentes en conjunto y pensar las problemáticas de un grupo.

En cada escuela, pero también en cada institución que alberga adolescentes en general, suceden cosas. Es un territorio de posibles encuentros y desencuentros, un espacio a construir con otros atravesado por la cultura y las características de la época.

Desde su creación al presente, la escuela se ha ido modificando en varios aspectos, aunque mantiene una matriz original que perdura, las dinámicas sociales le imprimieron signos distintivos a los acuñados en su origen. Su matriz de origen mantiene aspectos que se vinculan con los llamados “formatos escolares”. Es decir, esquemas de relación, manejo de los espacios y de los tiempos, modos de distribución del saber y el poder.

En la escuela (media) se mantiene una estructura fragmentada de saberes, disciplinas y prácticas, con alumnos agrupados por edades, que deben cumplimentar programas de estudio en tiempos establecidos y son evaluados, en general, de un modo conservador respecto a los conocimientos adquiridos. Tal vez por estar habituados a este tipo de organización la consideremos natural, sin advertir que es una tecnología particular que puede ponerse en cuestionamiento y puede modificarse de variadas maneras.

Trataremos de inventariar algunos cambios que se observan en lo social y repercuten en la escuela e inciden sobre estas concepciones modificando algunos imaginarios sobre lo que allí sucede.

Sujetos de derecho

Hay una noción sobre la que se ha insistido en muchas oportunidades y no siempre se advierte la profundidad que significa el cambio. Los alumnos que asisten hoy a la escuela son jóvenes con derechos. Esto implica que ya no rige un paradigma tutorial sobre ellos, tienen derechos adquiridos y es el estado a través de sus instituciones y sus agentes (los adultos) quienes somos los garantes de que se cumplan sus derechos.

La enumeración de derechos es amplia, pero implica el derecho a ser educado, a ser respetado en su integridad y en su cuerpo, a no ser discriminado. El derecho a su identidad, a la protección de su salud, a la libre expresión, a su intimidad y su libertad de pensamiento entre otros[1]. Que los jóvenes que asisten a la escuela sean sujetos de derecho significa que ya no son menores objeto de cuidado que fue la concepción original con la que fue pensada la escuela. Gozan de los mismos derechos que los adultos, pero con consideraciones especiales por su condición. Se le otorgan derechos que los hacen sujetos activos y participativos de la vida social donde se desarrollan. Que el niño o el joven sea sujeto de derecho, implica que tiene autonomía progresiva, y que debe ser oído y considerada su opinión cuando se tome una decisión que le afecte, de acuerdo con su edad y grado de madurez. El cuidado que se le dispensa a los jóvenes es el que propicia el cumplimento de sus derechos, ya no es un objeto de cuidado, sino que sus derechos son los que serán protegidos.

En general los jóvenes que asisten a la escuela valoran el espacio social y de pertenencia que tiene. Es significativo para ellos el encuentro con sus compañeros, el grupo, los momentos sociales que viven en las aulas y fuera de ellas. Tal vez los aprendizajes no sean lo primero que reconocen o valoran del espacio escolar, pero sí su lugar como espacio de pertenencia y desde ese lugar sus demandas son coincidentes en la necesidad que sienten de ser tenidos en cuenta y escuchados. Su mayor admiración a los docentes recae en aquellas figuras que transmiten una pasión por lo que hacen y los respetan como personas. Demandan ser escuchados, piden ser tenidos en cuenta y que sus pensamientos y opiniones tengan lugar.
Los esquemas de convivencia escolar prevén desde lo legal la participación de los jóvenes a través de diferentes instancias y organizaciones en el gobierno de cada escuela. Estos espacios no siempre se dan en la vida escolar, relegando la participación de los jóvenes de las decisiones institucionales que los atraviesan.

Cambio en la concepción de autoridad, caída de la disciplina y construcción de la convivencia.

Propia a las instituciones de la Modernidad, la escuela instituía una autoridad vertical, basada en la jerarquía y en la relación de poder entre los maestros y los alumnos. La autoridad era una característica del orden disciplinar que regía en los claustros y estaba dada, era un efecto simbólico de la propia arquitectura institucional. Los desgastes propios de las instituciones modernas y los atributos que estas generaban fueron mutando la forma de establecer los vínculos y las relaciones al interior de cada escuela. El ejercicio de la autoridad hoy implica una legitimación que no siempre está dada de antemano por las representaciones institucionales y que requiere de una construcción artesanal basada en el diálogo y el consenso normativo. La idea de una “autoridad emancipatoria” como la enuncia Greco[2], una figura que, si bien marca la diferencia y asume responsabilidades, habilita y abre posibilidades para quienes tiene a su cargo.

Hoy la autoridad es una construcción que se ejerce a partir de un vínculo y el consenso sobre pautas de funcionamiento. Una modalidad de relación más horizontal, donde el acercamiento de los adultos a los chicos debe entenderse desde una lógica que preserve la diferenciación de cada uno de los lugares y las funciones.
Entendemos que la relación de los profesores con los alumnos no puede ser simétrica, es necesario que se conserve una asimetría entre quien tiene a cargo la tarea de conducir los aprendizajes y quienes en forma activa participan de esta propuesta. Estamos describiendo una autoridad basada en la confianza mutua en la posibilidad de acercamiento que genera una disponibilidad del adulto para con un joven, fundada en el respeto y centrada en una tarea común que los reúne.
El vínculo se organiza desde la tarea y encuentra a partir de ésta su despliegue.

Muchas de las dificultades que plantean los adolescentes se relacionan a su grado de inserción en el grupo de compañeros y a los tratos recibidos. La convivencia escolar debería ser un tema de preocupación de los equipos docentes y de conducción. El clima escolar, los modos de resolución de conflictos, la participación de los alumnos en las decisiones, son elementos a tener presente en la construcción de la convivencia. Las agresiones, las descalificaciones, el acoso entre pares, la violencia verbal o física, la estigmatización, la segregación, son indicadores sintomáticos de lo que acontece en la sociedad y se refleja en la escuela. La negación de los conflictos, las decisiones arbitrarias, los excesos de poder y autoritarismo minan la posibilidad de crear climas de trabajo que permitan abordar estas problemáticas.

Cambio de paradigma en las aulas desde la concepción de homogeneidad a la concepción de heterogeneidad.

La escuela originariamente fue pensada para la masa, el grupo de trabajo en el aula era una versión reducida en tamaño de esa masa. La idea de homogeneidad estaba vinculada inicialmente a los aprendizajes podríamos expresarla de esta forma: todos los alumnos simultáneamente aprenden en los mismos tiempos lo mismo. Si bien puede considerarse que esta es una ilusión que sostuvo la escuela porque en los hechos esto no se verifica, el cambio de concepción incorpora las variables personales en los tiempos de adquisición de saberes. Cada uno se apropia en forma y tiempo distinto de lo que acontece en el aula. Se incorpora así el criterio de la diferenciación individual, la singularidad que cada uno tiene en los diferentes procesos.

Esta mirada inclusiva de las potencialidades y posibilidades de cada uno en la tarea escolar es extensiva a la característica personal y las vivencias emocionales por las que cada uno atraviesa.

Lo que estamos señalando es que a partir del cuestionamiento de un ideal homogeneizante se puede construir una mirada singular de cada uno de los que participan de la escuela. Al mencionar este movimiento como un cambio de paradigma, somos conscientes de que no siempre en la práctica esta singularización puede realizarse, aunque señalamos que las sensibilidades de los docentes están en línea con esta idea de poder distinguir las características individuales de sus alumnos. En la escuela Moderna, el sujeto era pensado en términos casi exclusivamente racionales y las emociones o las vivencias estaban centradas en concepciones morales o higiénicas. La esfera de la vida social, emocional y afectiva quedaba soslayada, siendo hoy un elemento a tener presente en la vida escolar.

Otro de los elementos que cambiaron socialmente e influyen en la escena escolar es la concepción de familia.

La idea generalizada de la familia nuclear parental: padre madre e hijos pasó a diversificarse y encontrar diferentes tipos de agrupamientos que conforman la idea de familia, desde la familia monoparental, familia de padres separados, familias ensambladas, familias adoptivas, familias de padres/madres homosexuales, etc.

Todas estas formas de ser familia son organizaciones donde se ponen en juego los vínculos primarios, los modos en que se canaliza la interacción entre sus miembros determinará distintas posibilidades sobre todo para sus miembros más jóvenes. La escuela debería poder interactuar complementariamente con las familias, aceptando las diferentes modalidades que cada una presenta. Estas variables no siempre están incorporadas como modelos familiares y muchas veces desde el prejuicio aquellas familias que se diferencian de la nuclear parental son pensadas como disfuncionales.

Por último, otro de los elementos a tener en cuenta entre los cambios que se produjeron en la escuela en las modalidades de enseñar y aprender.

Fundamentalmente apoyados en las nuevas tecnologías el manejo de datos y de información modificaron concepciones más arcaicas acerca de los modos de vincularse con los conocimientos. Las nuevas pedagogías plantean sujetos activos en los procesos de enseñanza. Lejos de concepciones que estimulan los logros individuales y alientan modalidades meritocráticas apostamos a una cultura colaborativa, de trabajo en equipo con producciones significativas y temáticas de interés para los alumnos.

Básicamente la escuela actual debería centrar su interés de formación en desplegar habilidades que permitan interactuar en un mundo interconectado con una caudal de información circulante como nunca antes visto. La inclusión de las Tics en las aulas es un insumo material que conjugado con una visión constructiva del conocimiento modifica la dinámica de trabajo y las concepciones acerca de los que implica tanto enseñar como aprender.

Algunas conclusiones provisorias a la luz de nuestra preocupación en el acompañamiento de nuestros jóvenes en sus procesos de subjetivación.

Por los ítems desplegados observamos que hay un escenario cambiante para las instituciones y en particular para la escuela. Viejas ideas que dieron origen a su fundación están en crisis o han sido modificadas. Cuando pensamos en nuestros adolescentes y los momentos y lugares por los que transitan y van construyendo sus subjetividades algunas de estas referencias son necesarias de tener presente.
Los modelos institucionales, así como los climas de trabajo y convivencia que cada una de las escuelas construye son diferentes. Estas diferencias colaborarán o serán un obstáculo para la posibilidad de despliegue de los alumnos y de las formas de acompañamiento que se les pueda brindar.

Instituciones rígidas basadas en concepciones verticalistas, con poca circulación de la palabra y baja participación de sus miembros tendrán mayores dificultades a la hora de plantearse la resolución de conflictivas complejas.

Las caracterizaciones de los jóvenes, el modo en que se los piensa y se los convoca, el lugar que ocupan para el proyecto institucional son vectores a tener en cuenta al momento de pensar en las intervenciones sobre sus problemáticas.

El modo en que hoy se piensa al grupo, al aula y a la escuela, la manera en que se caracterizan las opiniones y los saberes de los chicos, la forma que adquiere en la escuela su participación y el tipo de relaciones intergeneracionales y con pares, son índices que muestran diferencias entre las escuelas, abriendo posibilidades distintas para sus comunidades en el tratamiento de los conflictos.

Cuando en la escena escolar irrumpe la muerte, el intento de suicidio o las autolesiones que se produce un joven[3], tal vez uno de los acontecimientos más traumáticos para una comunidad, será diferente su modo de procesarlo y elaborarlo según como esa escuela en particular haya anteriormente trabajado los vínculos que se dan en su interior.

Pensamos en relaciones dinámicas, en instituciones permeables a los cambios, con miembros activos que reflexionen acerca de sus prácticas, con jóvenes que aun en las dificultades propias de las instituciones encuentren un lugar de pertenencia.

Sabemos de las dificultades por las que a diario nuestras escuelas atraviesan, las demandas que sobre cada uno de sus miembros recaen, las visiones a veces antagónicas acerca de sus posibilidades, sin embargo y a pesar de estos obstáculos, sabiendo de la complejidad de la tarea, seguimos apostando a la formación de un espacio social que albergue a sus miembros, y que la inclusión declamada sea preocupación de la comunidad educativa en particular y de la sociedad en su conjunto.

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[1] Ver: http://www.cndh.org.mx/derechos-humanos/derechos-de-las-ninas-ninos-y-adolescentes

[2] La reinvención de la autoridad: pensar hoy las relaciones intergeneracionales en la escuela y la familia. María Beatriz Greco. (en la biblioteca del curso).

[3] Esta temática está desarrollada en amplitud en el libro de mi coautoría: “Autolesiones y situaciones de suicidio en adolescentes” Daniel Levy y Daniel Korinfeld. Ed Noveduc.