«Adolescencia» y su mensaje de Crueldad Tolerable

Detrás de la magistral actuación de Stephen Graham, actor que admiro, y de la impecable dirección de cámara de Philip Barantini (el ingreso de la técnica del plano secuencia en el mundo de las series o miniseries es algo que los cinéfilos debemos agradecer y mucho), se esconde un mensaje de tolerancia hacia la crueldad que me obliga a nadar nuevamente en contra de la popular corriente punitivista.

Por Alberto Sarlo, Fundador de la Editorial Cartonera Cuenteros, verseros y poetas, abogado, docente popular en cárceles, desde hace 15 años alfabetiza y enseña filosofía, literatura y boxeo en el pabellón 4 de Máxima Seguridad de la Unidad 23 de Florencio Varela.

Detrás de la magistral actuación de Stephen Graham, actor que admiro, y de la impecable dirección de cámara de Philip Barantini (el ingreso de la técnica del plano secuencia en el mundo de las series o miniseries es algo que los cinéfilos debemos agradecer y mucho), se esconde un mensaje de tolerancia hacia la crueldad que me obliga a nadar nuevamente en contra de la popular corriente punitivista.

Pese a la supuesta objetividad que posee la equidistancia de una serie comercial seudo ficcional – esto último a tenor que aparentemente la idea original se basó en un horrible crimen ocurrido en Inglaterra -, el claro metamensaje de la miniserie destila clasismo solapado, punitivismo radical y crueldad clandestina.

No estoy diciendo nada nuevo ni original cuando afirmo que toda serie o película, además de un hecho artístico, social y cultural, es un hecho político. Filmar implica poner el foco sobre hechos determinados en un contexto social y político determinados en base a la mirada de un director y/o de una productora. Una película no es ni más ni menos que dar testimonio artístico de un momento histórico en un contexto histórico.

Todas las fabulosas críticas que he leído y escuchado sobre el hecho político y artístico «Adolescencia» giran en torno a interesantes temas, que están actualmente muy presente en nuestras sociedades como lo son el bullyng físico y virtual, el despertar sexual en una sociedad individualista, patriarcal e hiper conectada, el desamparo de padres e hijos ante los avances de la tecnología comunicacional, los nuevos desafíos que las familias debemos conjurar, etc, etc. Todas estas críticas laudatorias responden adecuadamente a lo que quiso exponer la producción, todo lo cual derivó en que el Primer Ministro de Inglaterra ordenara que la miniserie sea expuesta gratuitamente en todos los colegios públicos del Reino Unido. Esos debates, por demás interesantes y positivos, están enmarcados dentro de un «status quo» punitivista que en ningún momento se interpela ni se cuestiona desde la producción de la película (ni desde el gobierno inglés).

Puntualmente me refiero a que el director no le dedica ni medio segundo a poner en cuestionamiento que el adolescente de 13 años es arrestado, juzgado, procesado y condenado como si fuese un adulto.

Es un hecho objetivo y político que la película es inglesa y que la edad de punibilidad en dicho país sea, desde el año 1963, la más baja en el mundo (niños y niñas de diez años).

Es un hecho objetivo y político que en Inglaterra se juzga a los niños con los mismos parámetros de los adultos y en los mismos estrados que a los adultos con la convicción férrea de que un niño de diez años es absolutamente consciente de sus decisiones.

Es un hecho objetivo y político que el niño de la serie sea arteramente arrestado como si fuese un homicida adulto (dicho sea de paso la violencia psicológica y física que expone la serie sobre el niño rubiecito, bonito y cara de ángel en donde termina haciéndose pis encima, dista muchísimo de los ilegales y criminales allanamientos que la policía bonaerense realiza todos los días en las barriadas del conurbano rompiendo casillas y cagando a trompadas a madres marrones, niños negros y niñas pobres, con el beneplácito de fiscales y jueces).

Es un hecho objetivo y político que una psicóloga interrogue de forma artera, sinuosa y furtiva al niño con el único plan de determinar si comprendía la criminalidad de sus actos y de tal manera juzgarlo como un adulto con pena de adulto.

Es un hecho objetivo y político que el niño de 13 años tome la trascendental decisión procesal de autoinculparse en la soledad más absoluta de un centro de detención juvenil, sin asesoramiento alguno de psicopedagoga, psicoanalista ni abogado defensor.

Es un hecho objetivo y político que los menores de edad en Inglaterra y Gales son enviados a centros especializados, conocidos como «Instituciones para Jóvenes Delincuentes de Su Majestad» (HMYOI) diseñados para jóvenes de entre 15 y 21 años en donde se han enviado a menores de 15 y en donde se han denunciado ante organismos internacionales infinidad de violaciones, suicidios, asesinatos y torturas (hace un par de meses estuve en Cambridge dando unas conferencias sobre nuestro trabajo docente en los centros de tortura de Florencio Varela, por lo tanto conozco bastante bien el sistema penal y carcelario de Inglaterra).

Por último es un hecho político que ninguna de estas cuestiones que expongo sean interpeladas en la producción de la miniserie. En níngún momento de los 4 capítulos el director nos brinda elementos para hacernos alguna de estas preguntas: ¿Puede un chico de diez o de trece años comprender cabalmente lo que significa asesinar a otro? ¿Puede entender que lo mata y no vuelve a vivir como en la fantasía? ¿Puede ser responsable de sus acciones? ¿Qué pasa con su vida después, si lo juzga un tribunal antes de terminar la primaria?

Y por último, luego de ejercer la docencia popular por más de 15 años en centros de tortura me hago la siguiente reflexión: Si el actor de «Adolescencia» en vez de un niño rubio símil Beckham fuese un negrito roñoso del conurbano que ataca a su víctima vestido con una camiseta de Lanús, una gorra y una faca ¿Netflix le hubiera dedicado una miniserie multimillonaria? ¿Ustedes hubiesen leído tantas elogiosas críticas sobre educación, comunicación familiar, bullying y demás yerbas culturosas?

Preguntas que me hago nomás…