Hay un esfuerzo desde las luchas feministas en identificar los procesos de violencia material y simbólica al que somos sometidas las mujeres, y, como bien señalan distintas especialistas, aún estamos lejos de identificar y romper las prácticas culturales naturalizadas que truncan, afectan y organizan de forma desigual la vida de todas las mujeres.
En principio, el propio término micromachismos que nos proponemos poner en evidencia, es muy discutido porque muchos sostienen que son un eufemismo que usa el patriarcado para hablar de situaciones que, en realidad, son machistas, sin atenuantes, y se intenta pasar por alto la violencia encubierta contra las mujeres.
La modificación del lenguaje llama a una modificación de la referencia simbólica. Una desarticulación del lenguaje patriarcal y machista lleva a un pensar diferente»– Cita a la investigadora y referente feminista, Dora Barrancos.
El término “micromachismos” fue propuesto por el psicólogo Luis Bonino Méndez en el año 1991 para dar nombre a prácticas que otras y otros especialistas llaman pequeños actos de “tiranía” y “violencia soterrada”.
Para el autor éstos son “pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasinormalizados que los varones ejecutan permanentemente. Son hábiles artes de dominio, maniobras y estrategias que, sin ser muy notables, restringen y violentan insidiosa y reiteradamente el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres, atentando además contra la democratización de las relaciones. Dada su invisibilidad se ejercen generalmente con total impunidad”
Pierre Bourdieu lo llamó “neomachismo“. A diferencia de los actos evidentes de violencia contra las mujeres, los micromachismos son una forma de introducir el machismo de forma discreta en una sociedad que cada vez lo tolera menos.
Algunos de los micromachismos identificados y problematizados en recientes talleres reflejan la apropiación masculina de la palabra en los espacios colectivos, el “hablarse entre ellos”, intervenir de forma reiterada y prolongada sin que el contenido de la intervención lo amerite, “espectacularizar” los discursos para colocarse por encima de las y los demás, interrumpir el turno de la palabra de las mujeres, mostrar con el cuerpo el desinterés y menosprecio por lo que ellas pudieran llegar a decir (“aprovechan cuando hablamos para ir a calentar el agua, al baño, a fumar, o hablar con el de al lado”), ignorar un aporte proveniente de una mujer y destacar ese mismo aporte cuando lo realiza un varón, poner en palabras de las mujeres cosas que no dijeron –descalificando, manipulando, tergiversando–.
Otros micromachismos que se pueden mencionar son reaccionar a la defensiva u ofensivamente cuando se es destinatario de una crítica, asociar toda crítica proveniente de las mujeres a un problema personal, subjetivo, emocional (cuando no lo son, y como si, en caso de serlo, fueran menos legítimos y políticos por eso), hacer las reuniones en horarios y lugares que no contemplan la situación de quienes tienen –casi siempre mujeres– personas a cargo, “olvidarse” de avisarles sobre actividades o reuniones donde no es deseable o conveniente su presencia, habilitar la participación de mujeres cuando el asunto no es de interés de los varones, entre otros.
La Organización OXFAM, en un intento por lograr la toma de consciencia ante prácticas machistas elaboró una lista de ejemplos de micromachismos en la vida cotidiana:
Rosa para las niñas, azul para los niños
Incluso podemos ir un poco más allá: camisetas para ellas con mensajes como “princesa” o “bonita” y para ellos con “héroe”, “campeón”, “aventuras”, “valiente”… Por suerte, algunas marcas han empezado a eliminar la categorización por sexos y venden, simplemente, ropa infantil.
“Qué suerte, tu marido te ayuda en casa”
No, el hombre no debe “ayudar” en casa: él, como otro habitante del hogar, es responsable de la mitad de las tareas, o, en su defecto, de las que se pacten entre los miembros de la pareja.
En el restaurante, la cuenta es para él
Es común que cuando se pide la cuenta en un restaurante se sobreentienda que quien paga es el hombre. En el ámbito de la restauración también es habitual encontrar que, ante la duda de quién ha pedido la cerveza y quién el refresco, la bebida alcohólica sea para él.
La mujer invisible en el taller o el concesionario
Quien dice taller o concesionario dice tienda de informática o banco. Cuando se trata de lugares estereotipadamente masculinos, la mujer se hace invisible y el personal se dirige siempre al hombre en las conversaciones, incluso cuando la mujer es la titular del vehículo o de la cuenta en cuestión.
La madre y el “padrazo”
Cuando los bebés llegan al hogar, es muy común, lamentablemente, escuchar decir que el padre es un “padrazo” porque cambia pañales, le da el biberón o le duerme. Para la mujer, parece ser algo natural e incluso obligatorio.
Un hombre y una mujer no pueden ser amigos
Sí, sí pueden. La sociedad debe empezar a hacer un trabajo importante en cuanto a dejar de sexualizar o romantizar constantemente la relación entre hombres y mujeres.
Ser madre vs la carrera profesional
Esto empieza ya en la entrevista de trabajo: es muy común preguntar a las mujeres acerca de su decisión personal de ser madres y convertir su respuesta en un factor de decisión clave sobre su contratación. Una vez dentro de la empresa, es más probable que los puestos de dirección sean para los hombres y no para las mujeres.
Ausencia del lenguaje inclusivo
En la guardería, se escucha como “los niños” pueden salir a jugar. En el instituto, “los alumnos” han aprobado con buenas notas. En el trabajo, se generaliza hablando de “los profesionales”, “los funcionarios”, “los trabajadores”… Hablar de lenguaje inclusivo no es solo hablar de “niñes” o “niñxs”: es hablar de “alumnado”, “equipo humano”, “personal”, “funcionariado”… para no generalizar en masculino e incluir a la mujer en el lenguaje. Es otro ejemplo más de micromachismo extendido en la vida cotidiana.
“Corres como una niña”
Desde el “corres como una niña” o “llorar es de nenas”: este tipo de estereotipos despreciativos hacen daño al género femenino pero también al masculino.
Hay muchos otros ejemplos que se podrían mencionar. Lo más importante es la identificación y la modificación de conductas para construir sociedades equitativas y libres de violencias.