Si queremos combatir el crimen organizado empecemos a quitarles soldados

Christian Brandoni, Defensor Oficial del Fuero Penal, Contravencional y de Faltas del Poder Judicial de CABA e integrante de la Comisión de Seguridad de la FAM

Christian Brandoni, Defensor Oficial del Fuero Penal, Contravencional y de Faltas del Poder Judicial de CABA e integrante de la Comisión de Seguridad de la FAM

¿Cuál es la preocupación de la Comisión y en qué empezó a trabajar la flamante comisión de seguridad de la FAM?

La Comisión se formó el año pasado y hemos estado trabajando estos últimos meses preocupados por lo que anticipamos como un aumento de violencia en contra de los magistrados que están abocados a investigar causas del crimen organizado. La experiencia en América Latina nos lleva a entender que, de acá al futuro, de no tomar acciones concretas y rápidas, el avance del cercenamiento de la libertad de investigación de jueces y fiscales que investigan causas del crimen organizado se va a ver completamente comprometida porque empiezan a romperse ciertos límites históricos que se han respetado siempre. No había ataques contra jueces o fiscales, eran límites que el crimen organizado no atravesaba, y en los últimos años vemos que empiezan a ver hechos de violencia contra jueces, fiscales, ha habido homicidios de fiscales de Paraguay, en Colombia, esto genera una alarma por la cual debemos anticiparnos ha sufrir eventos semejantes en nuestro territorio porque en definitiva el principal afectado sería la sociedad porque los jueces y fiscales estarían condicionados por el temor a estas mafias que realmente han avanzado enormemente en los últimos años.

Hablaste de que el crimen organizado ha avanzado enormemente en los últimos años… ¿Cómo se nota ese avance? ¿En qué hechos concretos?

Creo que en los últimos 25 años empezó a existir una cuestión cultural en la cual surgió una suerte del “orgullo del delincuente”. La persona que se dedica al crimen empezó a perder la vergüenza de pertenecer a una banda delictiva, especialmente los que son delitos contra la propiedad y venta de estupefacientes. Empezaron a hacer una jactancia de eso que empezó en las barriadas más pobres y esa impunidad empezó a transmitirse al resto de la sociedad. Hubo un hecho muy concreto que fue el asesinato de un conocido delincuente de zona oeste que se llamaba Néstor “Sopapita” Merlo. Lo que fue muy llamativo de ese hecho fue la forma en que fue despedido en el velorio en el barrio humilde en el cual él vivía y había partido el día de los hechos, donde quiso robar a un albañil junto con su novia y este hombre se defendió a mazazos dándole muerte a ambos, a partir de lo cual se produjo una poblada y una serie de enfrentamientos con la policía. En el entierro de “Sopapita”, fumaron marihuana abiertamente frente a las cámaras de televisión y después fueron filmados y fotografiados tirando tiros al aire, incluso eso salió en la tapa del diario. Este hecho impactó mucho a la sociedad, fue en el año 1996. Fue muy impactante por la impunidad con la cual se llevó adelante. En algún punto, se cayó la máscara del delito y mostraron al resto de la sociedad la forma en la que se movían con total impunidad y la dominación que ejercían dentro de un barrio. Pasó hace más de 25 años y creo que eso fue un hito en el cual el crimen salió de la oscuridad y empezó a mostrarse con el pecho inflado. Esto, que pasaba adentro de los barrios humildes, era una situación que vivía a diario el laburante que tenía que convivir con estas personas en las villas de emergencia del conurbano y donde el delincuente pasó de estar escondido a jactarse de la ropa, los teléfonos o las zapatillas que podía comprarse fruto del delito, y considerar que el que salía a trabajara era un gil, incluso se daban el lujo de cobrarles peaje a la vuelta del trabajo, este mensaje que empezaron a recibir los jóvenes, apoyado en parte por la cumbia villera, es una cuestión que tiene un análisis social que judicial, lo podría explicar mejor un sociólogo que una persona que ha estado 30 años en la justicia, pero que se empezó a ver una suerte de admiración de los jóvenes a las personas que se dedicaban al delito. Y esto generó que muchos chicos empiecen a ver el camino fácil, accesible, a través del crimen, de la venta de estupefacientes o el robo y esto generó una ampliación de la cantidad de gente que estaba dispuesta a vivir del delito y también una baja en la edad de los chicos que querían empezar a vivir del delito, esto también coincide con el aumento del consumo que ha tenido al sociedad en general, esto lo vemos en todos los chicos de todos los órdenes sociales, lo que pasa que en los chicos donde el dinero es más escaso tienen más facilidad cometer el delito para el consumo inmediato y satisfacer sus necesidades, que un chico de clase media donde los padres pueden satisfacer sus caprichos, por decirlo de alguna manera. Esto generó que haya más candidatos para cometer delitos dentro de las organizaciones barriales. Esto generó el inicio de los soldadito del narco, muchos también eran consumidores, entonces los dos ingresos para llegar al delito eran a través del consumo, en mayor medida de estupefacientes y en menor medida, a través del consumo de bienes como una suerte de salida laboral para los “vivos”, los “giles, los “gatos” eran los que trataban de recorrer el camino largo del esfuerzo y del sacrificio y los vivos eran los que daban ejemplos de ostentación de lo que habían obtenido a través del crimen o del delito, en primera instancia sin mayores consecuencias, porque siempre a la larga terminan detenidos y se pasan 2, 3, 4 años presos.

Los expertos e investigadores nos explican que en Argentina no existe una verdadera investigación criminal para combatir al crimen organizado y que el Estado se ocupa de apresar a los eslabones más débiles de las cadenas delictivas pero no sobre el corazón del negocio criminal. ¿Desde tu lugar de Defensor, observás esta situación?

Por supuesto que yo como defensor oficial veo sistemáticamente a los eslabones más débiles de la cadena delictiva, especialmente en lo que es narco-menudeo, donde, más allá de la competencia exclusiva que tiene la Ciudad de Buenos Aires en narcomenudeo, también vemos que las investigaciones policiales empiezan y terminan en el eslabón de comercialización, mientras que son pocas las investigaciones que avanzan en tratar de determinar las formas a partir de la cual el comercializador logra acceder a las dosis o de dónde consigue la droga, porque en general muchos de los que ejercen narcomenudeo van comprando pequeñas raciones para poder sostenes su propio consumo en parte y vender para sobrevivir. La enorme mayoría de venta de estupefacientes es de mera subsistencia porque solamente destinan la mayor parte para su propio consumo y el resto mantener un muy bajo nivel de vida. Esto lo complementan con algún beneficio social que puede cobrar algún familiar y uno ve un montón de personas que están detenidas o siendo investigadas por causas de narco menudo y que realmente se encuentran debajo de la línea de pobreza, entonces nos parece el primer llamado de atención: si el comercio de estupefacientes que tiene como origen ejercer un comercio ilegal y obtener cuantiosos beneficios económicos por la ilegalidad de la mercadería, algo está fallando en este caso. Porque detenemos gente muy muy pobre que apenas puede sobrevivir. Estamos llenando los tribunales con causas de gente que comercializa estupefacientes, pero es el último eslabón de la cadena de comercialización y no estamos atacando el verdadero foco del problema. Si pudiéramos investigar más arriba en la cadena de comercialización, con menores investigaciones podríamos atacar un comercio mucho más grande.

Los expertos nos explican que no tenemos un problema serio de homicidios. Argentina y Chile tienen oficialmente las tasas más bajas de homicidio de América Latina. Pero sí tenemos un serio problema de robos. Y dicen que esta es la clave de la criminalidad de la Argentina y en casi toda América Latina, porque el crimen se ha transformado en un negocio donde hay actores, hay empresarios, no grandes empresarios formales sino empresarios del crimen, que usufructúan de un mercado ávido de consumir productos robados o contrabandeados o de segunda calidad. ¿Tenés un análisis similar?

Es real que en Argentina y en Chile tenemos los mejores números de América Latina, incluso estamos mejor que en Uruguay. Nosotros tenemos muchas provincias donde se vive muy tranquilo, el crimen organizado no tiene mayor injerencia, donde no hay una tasa importante de homicidios, entonces la media nacional se mantiene contenida por eso. Si nosotros sectorizamos ese análisis, y nos vamos a lugares más calientes con respecto al delito, ahí sí las cifran superan la media nacional. Si nosotros sacamos el número del Conurbano o de Rosario o de la provincia de Santa Fe, estaríamos muy lejos de Uruguay o Chile y estaríamos más cerca de Brasil o Colombia. Con respecto a los empresarios del crimen organizado, creo que hay un grave problema de contrabando, hay mucha información de aduanas paralelas que funcionan, containers enteros que entran sin pagar impuestos, sin declarar, si entrás a Instagram se ofrece el famoso bagayo para traer desde Miami a 40 o 45 dólares el kilo de mercadería y en eso no sé si hay mucha investigación. No hay dudas de que la aduana tiene que estar al tanto. Creo que hay una enorme fuga de divisas por estos delitos, y ese es un enorme problema que tiene Argentina en los últimos 150 años, no es algo nuevo, por lo tanto, no son los delitos que mayor preocupación le generan a la gente, si bien son muy graves y a la larga le generan mucho más daño al país que un delincuente común.

También nos hablan de un aumento de la violencia en esos robos, pero que el objetivo no es matar o herir, sino el bien que se obtiene, que incluso existen redes criminales que no venden los productos acá sino en otros países de América Latina. ¿Coincidís con esa visión?

Hay robos mucho más violentos. Creo que los delincuentes son mucho más inexpertos. Cuando los delitos eran cometidos por delincuentes “hechos y derechos” por decirlo de alguna manera, o sea profesionales del crimen, eran personas que tenían un oficio criminal, estaban formados por viejos ladrones, sabían hacer su trabajo y no necesitaban recurrir a la violencia, tenían códigos familiares. Yo he conocido muchísimos delincuentes de la vieja escuela que eran personas “de bien” porque tenían respeto a las personas mayores, a las mujeres, eran personas absolutamente incapaces de ir a golpear a un anciano para robarle la cartera, torturarlo para sacarle sus ahorros, eran delitos impensados, castigados incluso dentro de la población carcelaria. O el abuso sexual a una mujer, eran absolutamente impensados. Con el correr de los años, el crimen fue cayendo en manos de personas menos formadas, menos educadas, y que encontraban una salida de supervivencia en el delito, básicamente asolados por el consumo de estupefacientes. Hoy es la opción de muchos jóvenes, salir a robar, sin ningún talento para el bien o para el mal. Entonces vemos delitos brutales. Se bajan de una moto para robarle una cartera a una señora y la arrastran, la lastiman. También ha habido muchos hechos de homicidio en ocasión de robo por la torpeza de quien está cometiendo el delito y genera una muerte innecesaria porque se les escapó un tiro, porque se asustan por demás ante cualquier movimiento de la víctima. Esto nos demuestra la escasa preparación de los delincuentes, la ligereza con la que cometen los delitos, el acceso a las armas de fuego, y son cuestiones muy preocupantes. Creo yo que el aumento de la violencia coincide plenamente con el uso de estupefacientes, donde hay personas que no estarían dedicadas al delito, ya partir de una dependencia física y psicológica a sustancias, los impulsa al delito como medio de subsistencia.

Existe la permuta de autos y camionetas de alta gama robados por marihuana y cocaína. O sea, contrabando de autos robados hacia Paraguay o Bolivia, y a cambio traían droga. Esto se viene dando hace muchos años. Había contrabando que se realizaba en barcazas, cargaban las camionetas robadas en dos canoas y las llevaban por el río a Paraguay o Brasil, y donde aparecía Prefectura, cortaban los cabos para que se hundieran en el río esas camionetas y se escapaban.

¿Qué debería hacer el Estado que no hace?

Debería hacer de todo y no hace nada. La realidad es que al crimen organizado el Estado no lo investiga, no tiene capacidad de investigarlo. El estado investiga hoy sólo los hechos de flagrancia. El crimen organizado lo podés investigar exclusivamente a través de las agencias de inteligencia de las distintas fuerzas, pero en Argentina estas agencias son una mala palabra, está mal visto todo lo que es inteligencia, y realmente es un trabajo arduo y de muy largo plazo el que es necesario hacer. Ojalá en algún momento haya una decisión política real de combatir el crimen organizado. Creo que básicamente atacar todo lo que es lavado de dinero y las fuentes de financiamiento es el primer paso para eso. Después, el manejo que hacen los jefes que están en prisión a través de la telefonía celular es escandaloso, no puede ser que el Estado en nombre de los derechos humanos y de la libertad de la gente, no pueda intervenir las llamadas telefónicas que las realizan personas detenidas por hechos graves y siguen manejando los hilos del delito a través de celulares como si estuvieran en su casa. Después, yo creo que el problema fundamental que tenemos es de salud mental. Si tomaras estadísticas de personas que están encerradas entre 18 y 23 años, creo que el 93% consume estupefacientes. La matriz del problema es el consumo problemático de sustancias desde siempre. Si queremos combatir el crimen organizado empecemos a quitarles soldados. Es muy difícil atacar esto porque las fuerzas de seguridad están atravesadas de vínculos con el crimen, es un trabajo que hay que hacer a largo plazo y sostenido. Primero tienen que estar con sueldos más que dignos, tiene que tener controles exhaustivos sobre el consumo de estupefacientes, no podemos tener policías que estén consumiendo. El estado debería decidir de qué lado de las drogas está, qué drogas permitimos y qué drogas prohibimos, y las que prohibimos, prohibirlas en serio. Hay que avanzar con los consumidores. Creo absolutamente en el tratamiento para sacarlos del consumo. Y creo que todos debemos ponernos de acuerdo. ¿Queremos aprobar un uso recreativo de la marihuana como tenemos el medicinal? Fantástico, el que quiera fumar que tenga x cantidad de plantas, que esté en un registro. La verdad es que he tenido pocos casos de gente que se haya fumado un porro y haya salido a robar o a matar por haber fumado, la verdad es que no pasa. El problema grave es la cocaína, después de ahí es la pasta base, el paco, y todos los nuevos derivados. Son las drogas que realmente tenemos que atacar con una política seria.