Carolina Monte Riso asumió la presidencia del Superior Tribunal de Justicia de San Luis el
pasado 1 de febrero junto con el lanzamiento de la reforma del sistema procesal de la
provincia y el nuevo código de procedimiento que ella misma había estado elaborando. Un
reconocimiento a esta mujer incansable que hoy reflexiona junto a Diálogo Ciudadano a
propósito de este 8M.
Carolina ríe cuando tiene que describir situaciones en la que reconoce que ciertos mandatos
patriarcales aún la atraviesan, endurece la mirada cuando describe las violencias cotidianas o
los fallos que revocaron por falta de perspectiva de género, se entusiasma cuando cuenta las
novedosas herramientas que crearon para el acceso a justicia, se muestra orgullosa por los
avances y preocupada por lo que falta.
Yo venía trabajando con una reforma al sistema procesal penal de la provincia, sacamos un
código de procedimiento nuevo que entró en vigencia el primero de febrero de este año y
justo ese día es la asunción de la presidencia. Así que era todo junto, lanzaba el código, yo era
la presidenta y lo tenía que poner en marcha. Creo que eso que lo que motivó a que mis
colegas me voten por unanimidad.
¿Cómo está compuesto el tribunal superior?
Ahora hay paridad, somos 2 y 2. Éramos mayoría mujeres, 3 y 2, lamentablemente en
diciembre falleció la Dra. Diana Bernal y quedamos 4.
¿Cómo estás viendo a las mujeres dentro del sistema de justicia?
En los 15 años que yo llevo en la justicia, porque yo soy de la justicia, empecé siendo secretaria
de un juzgado penal, después fui fiscal de juicio y ahora estoy en el superior tribunal, siempre
por concurso, haciendo la carrera, veo que evidentemente siempre se tenían en cuenta los
antecedentes. Yo siempre cuento que, en el juzgado penal, en el cual yo vivía prácticamente,
tenía a mis dos hijos chiquitos que también vivían en el juzgado. Y allí creo que es donde se
generan las mayores dificultades para las mujeres. Porque nosotras podemos llegar a cargos
superiores, el tema es que muchas tenemos además los cargos de mamá, de maestra, de
pareja. Eso marca la diferencia. Yo nunca me sentí discriminada por ser mujer, para nada, pero
sí a mi se me hizo más difícil que a un hombre. Si yo tenía una actividad y no tenía con quién
dejar los chicos, tenía que ir a trabajar con mis hijos, cosa que no es sencilla, eso no le pasa a
un hombre porque los hijos se quedan con la mamá. Eso es así. Era así y lamentablemente en
muchos casos sigue siendo así. Más de una vez uno sale del juzgado a comprar los útiles de los
chicos para la escuela, o a cocinar, o hacer tareas, las múltiples presencias no son gratuitas
para las mujeres. ¡Si yo no pienso que comemos, no come nadie! Esos roles se los siguen
imponiendo socialmente a la mujer y en ese sentido nos exigen más que a los varones.
Cambiar esta realidad debe darse desde la educación, desde la escuela, desde la casa.
Tenemos que terminar con los mandatos que nos tildan de mala madre, mala esposa, en
relación a cómo debemos cubrir determinados aspectos de la vida cotidiana en las tareas del
hogar y de cuidado. El camino real para modificarlo tiene que ver con la educación. Yo tengo
una hija y un hijo, y cada uno tiene las mismas obligaciones y los mismos derechos en casa.
Creo que eso es imprescindible. Hay que desterrar el “vos me ayudás”, sino que compartimos
las tareas que nos corresponden como integrantes de esa familia.
¿Cómo se da la relación de trabajo con hombres y con mujeres? ¿Crees que la mujer aporta una
mirada diversa?
Es fantástico trabajar en conjunto. Creo que las mujeres somos más organizadas, podemos
proyectar y ordenar la forma de trabajar, tenemos ideas innovadoras, nos animamos, también
influye en esto las edades, la cuestión generacional. Si miro mi historia personal creo que no
me cuesta porque siempre estuve rodeada de hombres. Será porque en algún momento de mi
adolescencia se me ocurrió ir a una escuela industrial. Eso me generó un buen vínculo con los
hombres y saber trabajar con ellos. Creo que podemos complementar la actividad y la mirada
de cada uno para conseguir mejores resultados.
Acá en San Luis el 60% de jueces y funcionarias son mujeres. Yo veo que son más estudiosas,
en los exámenes advertimos que se actualizan, que siguen capacitándose.
¿Cómo se detecta o trabajan las situaciones de violencia en el seno del poder judicial?
Al interior del poder judicial tenemos sistemas de alerta lo que nos permite una intervención
temprana con aquella mujer que ha sido violentada o se han vulnerado sus derechos. Muchas
veces la violencia tiene que ver con la percepción de cada uno. Hay algunas situaciones que se
dan el trabajo cotidiano, algún conflicto, que para algunas personas puede ser violenta, para
otras no. En definitiva, hay que trabajar esa situación, y hay que explicarle al otro, al que se
considera que fue violento o tuvo una actitud impropia, por qué, porque muchas veces nos
sucede que la persona no tuve la intención, pero tenemos tan naturalizada la violencia que hay
que aprender a verla, a detectarla, y para eso es imprescindible la formación. La intervención
rápida, que sean escuchadas y escuchados es fundamental para la resolución y que no se
agraven las situaciones. Hemos llegado a situaciones en que hemos tenido que aplicar
sanciones. Fundamentalmente con formas de tratar, inclusive por mensajes, en la forma de
contestarle a una jefa, no corresponde.
¿Cómo mejoramos o incluimos la perspectiva de género en la impartición de justicia, en la
resolución de conflictos?
Para que la perspectiva de género atraviese nuestra vida social, laboral y nuestro trabajo como
servicio de justicia son fundamentales las capacitaciones en Ley Micaela, y fundamentalmente
para sensibilizar. ¿Qué advertíamos? La dificultad de ver y entender la violencia. A veces la
física es la más fácil, pero por ahí encontramos juezas, juezas mujeres, que no se daban cuenta
que había violencia económica, o violencia psicológica. Y la verdad es que en las capacitaciones
permanentes cuando te muestran el ejemplo, analizas el caso, decís ahí: ¡Cómo no lo vi!
Además, se está trabajando mucho en evitar revictimizaciones. Por ejemplo, las audiencias con
víctimas vulnerables se graban para evitar la repregunta, que se pueda maltratar en la misma
audiencia, por eso se toma en un ámbito especial, la entrevista se hace a través de una
psicóloga, las partes hacen una pregunta como si fuera la cámara Gesell de un niño, pero para
la mujer. Es una cámara Gesell para víctimas vulnerables. El relato es una sola vez.
En conjunto trabaja una Oficina de abordaje fiscal que evalúa el riesgo para la denunciante
para que inmediatamente se pueda ir con una respuesta. Puedes ser un botón de pánico, una
medida de restricción o una exclusión del hogar o lo que fuere. Vemos que la violencia crece
en forma exponencial. Uno siente que nada de lo que hacemos es suficiente. Nada alcanza. No
alcanza con la medida de restricción o exclusión del hogar, porque si la mujer luego no tiene
qué comer ya que el excluido era el proveedor, regresa a ese ámbito de violencia y peligro. Por
eso trabajamos con los otros poderes del estado, esto es absolutamente necesario. Desde el
ejecutivo, por ejemplo, se puede disponer de alojamiento para la mujer y el grupo familiar. Se
pueden brindar posibilidades laborales. Otra herramienta importante es el acompañamiento
con los hijos de las mujeres que denuncian, quienes muchas veces tiene que estar horas en
tribunales y están allí con sus hijos, víctimas colaterales de esa violencia. Sabemos que, por
más que se intente hacer el proceso más sencillo, sabemos que tiene que ir al médico, al
psicólogo, y eso lleva tiempo. Se está trabajando en eso, en qué pasa después de la denuncia,
después del acceso a justicia.
En San Luis con el nuevo sistema acusatorio se logró la presencia del Ministerio Público fiscal
en pequeñas localidades y de esa manera le acercás a la mujer al ministerio público para que
pueda denunciar. También creamos una página que se llama “Mi Denuncia” que es un formulario pre-armado donde vos, con
poquitos datos, generás una alerta ante una situación de riesgo, el ministerio se comunica con
vos, en el momento que vos decís que te podés comunicar, porque a veces tenés al agresor al
lado tuyo. El ministerio público se pueda acercar a vos, a una vecina, a una amiga, para buscar
alternativas al tratamiento de tu situación. Esa página tuvo mucha repercusión, se ha dejado
como QR en los kioscos, comercios, y cualquiera puede desde allí conectarse. Y esto ha
favorecido que muchas se animen a denunciar.
Ha habido una evolución, lenta, pero evolución. Sobre todo, lo noto en cómo piensan las
chicas hoy. Tengo una hija de 18 años que constantemente me corrige y me marca cuando
detecta comentarios míos que son propios de nuestra crianza patriarcal: “Esas cosas no dice
una señorita”, le he dicho mientras ella me corrige “por qué, por qué algunas cosas las mujeres
no podemos decir y los varones sí”. Este ejemplo, marca lo que estamos viviendo. Las jóvenes
no se callan, enseñan a no discriminar, se animan a denunciar.
¿Podemos crear una justicia preventiva y no que actúe siempre en la resolución de conflictos?
Creo que cuanto más igualitarias y justas sean las relaciones, cuánto más se conozca y se
reconozcan derechos y obligaciones, estaríamos un paso un paso adelante y podríamos pensar
en una justicia preventiva y no sólo resolutiva de conflictos. Hoy pensamos en mediaciones,
intervenciones tempranas, en pacificar. Por ejemplo, en justicia penal juvenil se toman
medidas socioeducativas, para que el joven pueda hacerse cargo y a su vez reparar el daño, el
pedido de disculpas a la víctima, y hemos tenido buenos resultados contrarrestando el viejo
“que se pudra en la cárcel”.
Hemos revocado sentencias por no tener perspectiva de género. Hemos sancionado a
profesionales. Seguimos viendo algunos jueces que no le creen a la víctima, que parten de ese
prejuicio, “seguro que miente”, eso lo estamos cambiando revocando sentencias. Señor usted
no vio esto, no vio aquellos, y a los tribunales de alzada nos sirve muchísimo ver la grabación
del testimonio de esa mujer, para poder revocar los que no tengan perspectiva de género.
¿Cómo jueza, como ministra de una corte, como presidenta, cómo te cae que en la Corte
Suprema de Justicia haya 4 hombres? ¿Qué te sucede cuando juzgan a todos los poderes
judiciales provinciales mirando el accionar de la justicia federal?
Con respecto a la Corte Suprema de la Nación o a la mirada de la Justicia a través del
comportamiento de la Justicia federal, creo que somos diferentes, que ellos tienen rasgos
patriarcales incluso en la forma de trabajar, lo que no sucede en la provincia. Creo que es
injusto que nos comparen o equiparen. Nosotros tratamos de estar cada vez más cerca de la
gente.